Por: Samuel Vásquez Rivas
Editor de Transfermarkt Colombia
¿Y si los colombianos fueran argentinos o brasileños?
La pregunta que siempre aparece. Los hinchas colombianos se preguntan por qué los jugadores de nuestro país no son importantes en el mercado internacional y por qué, a su vez, los argentinos o brasileños siempre salen a relucir, sean o no más figuras que los nuestros. Entre ambos, y no es casualidad, ostentan ocho copas del mundo y ese proceso histórico ha servido para que los clubes más grandes se fijen rápidamente en sus joyas.
Colombia es un país de segundo orden y que, más allá de la opinión patriótica de unos muchos, ha llamado la atención por sus jugadores irregulares, alérgicos a la élite y las grandes conquistas. El jugador colombiano está hecho, hasta ahora, para objetivos medianos.
Por eso Real Madrid paga 37,5 millones de euros por Endrick, quien ni siquiera es mayor de edad. Lo mismo con Rodrygo y Vinicius Junior cuando llegaron a los 18 años a cambio de 45 millones de euros cada uno. A largo plazo ha sido un golazo y para Brasil no es de gran dificultad sacar una joya mundial. Mientras los brasileños se van a Europa sin pelos en la barba y rápidamente se vuelven estrellas mundiales, un colombiano espera un poquito más y prefiere la comodidad de su zona amable.
Por algo James Rodríguez salió del Bayern Múnich porque no aguantaba el frío alemán, incluso siendo destacado y pudiendo recuperar su mejor nivel.
El colombiano no es atractivo en el mercado internacional. Es un jugador que da pocas garantías de éxito y aunque reluce por su folclor y su buena técnica, carece de madurez y templanza. El único élite del momento es Luis Díaz y parece que esa condición le pesara un poquito más que a otros de la misma categoría, representantes de países desarrollados futbolísticamente.
Que la gente no lo quiera aceptar es otra cosa y para una muestra un botón: mientras Darwin Núñez, uruguayo, ha participado en 20 goles de Liverpool durante la temporada, Díaz solo lo ha hecho en ocho tantos, menos de la mitad.
Siguiendo con las pruebas cuantitativas, mientras el brasileño más caro de la historia, Neymar, ha valido 222 millones de euros, el colombiano más importante apenas lo ha hecho por 75 millones. Difícil que un colombiano pueda llegar hasta ese estatus y hasta los ecuatorianos han ganado más terreno.
Moisés Caicedo, infravalorado por la opinión rocambolesca del colombiano promedio, ya hizo una transferencia de 116 millones de euros y eso solo demuestra que mientras otros países avanzan, Colombia sigue en un bucle, pensando que somos los mejores del mundo y que nuestros jugadores también lo son. En la realidad, Colombia es una minucia, en parte, por convicción.
Para conseguir ser un país de aquellos, es necesario un proceso largo y de rigor, justo lo que no tenemos en nuestro fútbol. Los mejores no son los convocados de las diferentes selecciones y nadie se hace cargo, mientras perdemos jugadores como Julián Quiñones, quien prefirió esperar por la selección mexicana. Ojo pasa lo mismo con Cristhian Mosquera, zaguero del Valencia que podría jugar para España y que, a futuro, se visualiza como uno de esos que no tenemos y que nos encanta ver pasar.
¿Es del colombiano ser enemigo del éxito y preferir la comodidad de la mentira?